02 Abr 2021

Compartimos con ustedes una pequeña reflexión para este Viernes Santo, en la que recordamos la Pasión del Señor
El cristiano está invitado a aceptar libremente la voluntad de Dios sobre él como un camino de redención y salvación. Es necesario mirar a Cristo y ver su hoja de ruta, su ejecutoria, para darse cuenta que la voluntad de Dios no es fácil de comprender, ni de vivir con fidelidad; sin embargo, no cabe duda que es una voluntad salvífica. “Dios quiere que todos los hombres se salven”. Cuando nos resistimos a aceptar la voluntad de Dios, sobre todo cuando ésta supone sacrificio, dolor y muerte, nos resistimos también a aceptar su amor. Cristo nos enseña que en la humilde, pero gozosa y fiel sumisión a la voluntad del Padre, se encuentra el camino del amor. Cristo mismo experimentó la sensación de abandono por parte del Padre en la cruz, Dios mío, Dios mío , ¿Por qué me has abandonado?

“El grito de Jesús en la cruz, queridos hermanos y hermanas nos dice Juan Pablo II-, no delata la angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo que ofrece su vida al Padre en el amor para la salvación de todos. Mientras se identifica con nuestro pecado, « abandonado » por el Padre, él se « abandona » en las manos del Padre. Fija sus ojos en el Padre. Precisamente por el conocimiento y la experiencia que sólo él tiene de Dios, incluso en este momento de oscuridad ve límpidamente la gravedad del pecado y sufre por esto. Sólo él, que ve al Padre y lo goza plenamente, valora profundamente qué significa resistir con el pecado a su amor. Antes aun, y mucho más que en el cuerpo, su pasión es sufrimiento atroz del alma. La tradición teológica no ha evitado preguntarse cómo Jesús pudiera vivir a la vez la unión profunda con el Padre, fuente naturalmente de alegría y felicidad, y la agonía hasta el grito de abandono. La copresencia de estas dos dimensiones aparentemente inconciliables está arraigada realmente en la profundidad insondable de la unión hipostática”.
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