14 Sep 2017

A cada uno de los seres humanos a los que Dios creó, se les entregó un don. Y pues esta es una semilla que Dios puso en ti, tiene un fin; que germine y dé frutos. Estos frutos se aprecian en la actividades que realizas, sin importar la más pequeña y diminuta que sea. Dios no aprecia tu éxito o las cifras que ganas con tu profesión, sino el amor con el que haces tu trabajo, los detalles que pones al momento de crear o usar tu conocimiento. Lo que hagas con amor, siempre estará recibido de la mejor manera ante los ojos de Dios. En ocasiones, el camino se torna oscuro por proyectos fallidos, o al sentir que tu trabajo no es valorado, pero en ese momento es que Dios te habla y te pide que des lo mejor. Que dejes ver todos tus talentos, y que confíes, en que cada labor que Dios te ha encomendado es para su mayor Gloria. Pon todo tu trabajo y dedicación a su servicio, y toma como tuyas las palabras que San Ignacio de Loyola dijo: “La mayoría de los hombres no sospecha lo que Dios haría de ellos si únicamente se pusieran a su servicio”