- BY Parroquia La Dolorosa
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“¡Cristo resucitó! ¡Aleluya!” Esta afirmación de fe confirma nuestra adhesión hasta el punto de cimentar en ella toda nuestra vida.
El discurso kerigmático que Pedro realiza en la casa de Cornelio, centurión romano, que después de una clara
intervención del Espíritu Santo, será bautizado, constituye un momento crucial en el cumplimiento del mandato universal de la Iglesia. “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo…” manifiesta San Pedro, dejando por sentado la plena historicidad de la muerte y resurrección de Jesucristo.
La conversión de Cornelio marcó el precedente para resolver la complicada cuestión de la relación entre judíos y gentiles que quedará aclarada en el Concilio de Jerusalén (Hech 15,7-11).
En el breve texto, San Pablo coloca como punto de partida y fundamento de la vida cristiana la unión con Cristo resucitado, en la que nos introduce el Bautismo, que nos hace morir al pecado y renacer a una vida nueva, la cual tendrá su manifestación gloriosa cuando traspasemos los umbrales de esta vida mortal. Por ello, nosotros tenemos una meta nueva, un horizonte más allá de todo horizonte. Cristo muerto y resucitado, es nuestro destino final y nuestra herencia para siempre.
En el Evangelio de Juan, el discípulo amado: “vio y creyó”. El sepulcro vacío y los lienzos mortuorios son para los discípulos el inicio de una apertura al don de la gracia sobrenatural que los conduce a la fe plena en Cristo Resucitado. Para nosotros también es importante ver y creer. Celebrar y alegrarnos. Cristo ha Resucitado y permanece vivo en medio de la Iglesia comunidad.