- BY Parroquia La Dolorosa
- POSTED IN Sin categoría
- WITH 0 COMMENTS
- PERMALINK
- STANDARD POST TYPE
Cuando alguien se va, deja un vacío inmenso. Resulta paradójico que la única certeza que tenemos en esta vida –la muerte– sea una experiencia tan dolorosa. Todos hemos pasado por eso, y nadie acaba acostumbrándose. Cuando se fueron, nos hicieron sentir huérfanos. Y nos dejaron en una soledad tremenda. En algún momento llegamos a pensar que cómo era posible que siguiera amaneciendo cada día después de lo que habíamos pasado. El dolor nos contrajo, nos paralizó, el corazón se nos detuvo. Ahora, ellos siguen ahí, “nuestros” difuntos, clavados en la memoria, formando parte de nuestro día a día. Hoy es día para acordarnos de ellos. Pero el recuerdo doloroso se nos anima en la esperanza que nos da la fe.
Dice san Agustín: “Una flor sobre su tumba, se marchita; una lágrima sobre su recuerdo, se evapora; pero una oración por su alma, la recibe Dios”. Y por eso hemos venido hoy a ofrecer esta misa por nuestros fieles difuntos.
Rezar por ellos es lo único que nos queda, y en muchas ocasiones, el único modo en que tenemos para pagar la deuda infinita de gratitud con quienes nos acompañaron en esta tierra y marcaron con su vida una huella indeleble en la nuestra.
Y para hacerlo en esta celebración, les invito a ponernos de rodillas, cerrar los ojos y en lo profundo de ese silencio interior, visualizar la vida de nuestros seres queridos difuntos y todas las experiencias que Dios permitió que compartiéramos con ellos. Hablémosles, hoy es el momento de decir quizá todo lo que quedó pendiente y, sobre todo elevemos una oración por su alma.