“Después que Cristo expiró en la cruz, y el cuerpo quedó separado del alma y con él siempre unida la divinidad, el alma bienaventurada descendió al infierno, de donde sacó las almas justas, y viniendo al sepulcro, resucitando, se apareció a su bendita Madre, en cuerpo y alma; y pedir gracia por alegrarme y gozarme de tanta gloria y gozo de Jesucristo Nuestro Señor”
SAN IGNACIO DE LOYOLA