Beato Miguel Agustín Pro,»¡VIVA CRISTO REY!»
El 31 de julio de 1926 entró en vigencia en México una ley que pasaría a la historia como la Ley Calles por el nombre de su autor intelectual, Plutarco Elías Calles, presidente entre 1924-1928.
Esta ley injusta perseguía la presencia y apostolado de la Iglesia Católica en toda la nación mexicana obligándola casi a desaparecer entre las sombras de un odio sinsentido.
Muchos sacerdotes, religiosos y laicos se las ingeniaron para continuar prestando a los millones de católicos los sacramentos y auxilios espirituales.
Otros más se levantaron en armas para luchar contras la fuerzas del gobierno y alcanzar de esta manera la libertad religiosa. Este conflicto que duró de 1926 a 1929 se conoce como la Guerra Cristera y fue recreado en la reciente película -del año 2012- titulada Cristiada.
Entre muchos sacerdotes que servían a riesgo de su propia vida se encontraba un jesuita, el P. Miguel Agustín Pro que había retornado de Europa en julio de 1926, en los mismos días en que se promulgaba la injusta Ley Calles
De acuerdo a los artículos 2 y 22 los sacerdotes no podían administrar los sacramentos, predicar sermones y los templos pertenecían al estado. Estas decisiones arbitrarias limitaban el servicio pastoral de los sacerdotes y religiosos.
Pero el P. Pro se las ingeniaba para correr de casa en casa disfrazado de obrero, ataviado con ropas no clericales para oficiar la eucaristía, confesar a los arrepentidos, consolar a los enfermos, y aún conseguir dinero para ayudar a los pobres.
Hasta que una madrugada fue capturado y acusado de conspirar contra el gobierno. Apenas, cinco días más tarde, sin pruebas incriminatorias ni juicio el P. Pro junto a otros acusados fue llevado al paredón.
Como último deseo, pidió permiso para orar; luego, rehusando que le vendaran los ojos, extendió sus brazos en forma de cruz y con voz firme exclamó: «¡VIVA CRISTO REY!»
San Juan Pablo II lo beatificó en 1988.
A los ochenta y nueve años de su martirio, le pedimos al Beato Miguel Agustín Pro que nos haga valientes servidores del Reino de Dios y fieles discípulos de Cristo, nuestro Rey y Señor.
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